Gracias a los restos fósiles encontrados se sabe que su distribución era mundial y que solía criar en zonas de aguas cálidas, por lo que era más común encontrarlo en áreas de América del Norte, Marruecos, Reino Unido y Australia.
En estos días llega a la cartelera de cine en Uruguay la secuela de Megalodón, la película que en 2018 fue bastante exitosa en términos de recaudación y que protagoniza Jason Statham, conocido por sus roles en El Transportador y Rápidos y Furiosos.
En resumidas cuentas, el filme sigue los pasos de un tiburón gigante basado en una especie que existió hace millones de años y que ahora se encuentra extinta.
Estamos hablando del Otodus megalodon.
Los datos de su existencia datan de hace entre 20 y 3 millones de años, entre el inicio del Mioceno y final del Plioceno.
Los científicos creen que este animal medía entre 18 y 20 metros y pesaba entre 35.000 y 65.000 kilos, lo que supone tres veces el ejemplar de gran tiburón blanco que conocemos.
Gracias a los restos fósiles encontrados se sabe que su distribución era mundial y que solía criar en zonas de aguas cálidas, por lo que era más común encontrarlo en áreas de América del Norte, Marruecos, Reino Unido y Australia.
Utilizando modelos en 3D a partir de una columna vertebral de 140 vértebras, los investigadores calcularon su tremendo volumen estomacal, que sugiere que el megalodón podía comerse a depredadores del tamaño de las orcas actuales con solo unos pocos mordiscos.
Pero esa enorme capacidad para alimentarse no necesariamente es una buena noticia.
Los investigadores creen que el megalodón era mesotérmico, es decir, que podía mantener su temperatura corporal más elevada que la del entorno circundante. Esto le podría haber permitido nadar más rápido y más lejos, convirtiéndolo en el máximo depredador de los océanos.
Este estilo de vida activo habría obligado al megalodón a ingerir más alimentos, unas 98.000 kilocalorías diarias, para justificar su tamaño. No tuvo problemas para encontrar comida hasta que los océanos cambiaron, lo que provocó que la cadena alimenticia se alterara y llevara a que las presas del tiburón gigante empezaran a escasear.
A esto se sumó la aparición de especies competidoras, como el gran tiburón blanco, más pequeñas y con una gran eficiencia energética.
La revista National Geographic lo resume así: “El tiburón gigante fue capaz de prosperar en épocas de abundancia, pero de repente se encontró arrinconado evolutivamente cuando los suministros de alimentos empezaron a disminuir”.
Sobre esta hipótesis es que los investigadores siguen recolectando evidencia que pueda acercarlos a comprender la desaparición del megalodón.
Pero esto no es del todo concluyente y los científicos quieren terminar de comprender cómo y por qué el animal desapareció de los océanos hace millones de años y analizan las decenas de restos fósiles repartidos por el planeta.