Estudios científicos han demostrado que, así como la luz artificial confunde a la flora y fauna, también lo hace con nosotros.
La contaminación lumínica es un fenómeno que se caracteriza por la luz en exceso durante todo el día (aunque se potencia en la noche) y que interfiere en los procesos naturales de todos los seres vivos. ¿Cómo nos afecta y qué podemos hacer al respecto?
En esta historia no hay ángeles ni demonios, y lo cierto es que la luz es muy positiva, nos permite realizar tareas, poder estar en espacios cerrados sin llevarse puestas las cosas y poder hacer cosas por la noche sin poner en riesgo nuestra vida. Pero como todo, debe ser en su justa medida.
Estudios científicos han demostrado que, así como la luz artificial confunde a la flora y fauna, también lo hace con nosotros, alterando el ritmo circadiano y por tanto impidiendo a nuestro cuerpo seguir con sus procesos normales.
Uno de los fenómenos más extendidos es el insomnio: conciliar un sueño profundo y reparador, es difícil para el cerebro si constantemente recibe estímulos lumínicos. Esto afecta la producción de la melatonina, una hormona que se genera cuando baja el sol y que le indica al cuerpo que es hora de dormir.
La falta de sueño reparador puede traer consigo otras patologías, como por ejemplo el Alzheimer: estudios recientes indican que la exposición a la luz por la noche es un factor de riesgo para el desarrollo temprano (es decir, menores de 65 años) de esta enfermedad neurodegenerativa.
Al mismo tiempo, la melatonina tiene un efecto antiinflamatorio e inhibidor de tumores sobre los sistemas del cuerpo, lo que implica que ante la baja de melatonina, estamos más expuestos a cardiopatías o tipos de cánceres sensibles a las hormonas, como el de mama, colon y próstata. Aunque cabe destacar que la relación no es lineal.