Ya podemos pensarlo desde el lado de un síntoma social, en los últimos seis meses tenemos cuatro episodios con estas características. Se empieza a hacer algo frecuente y empieza a perder importancia en lo que tiene que ver con la alarma social. La violencia es lo contrario a la palabra, acá lo que se está viendo […]
Ya podemos pensarlo desde el lado de un síntoma social, en los últimos seis meses tenemos cuatro episodios con estas características. Se empieza a hacer algo frecuente y empieza a perder importancia en lo que tiene que ver con la alarma social. La violencia es lo contrario a la palabra, acá lo que se está viendo es la ausencia de la palabra y lo que aparece es un acto violento, aparece un desborde donde no hay un límite.
Yo cuando tenía siete años, que es la que tiene el niño que tuvo un incidente con la maestra y la madre, yo estaba en la escuela y fui duramente sancionado por la directora porque me había manchado con alquitrán y recuerdo a la maestra sarandeándome en el medio del recreo, y mi madre que era una madre muy presente, no fue a golpear ni a hablar, porque era algo que estaba estipulado.
Eso no quiere decir que esté bien, pero me parece que es claro entre ese acontecimiento y este de hoy es que la autoridad del maestro desde el lado del saber, ya no funciona. Había un respeto, que tiene que ver con un ideal que hoy no existe. Hay una ruptura en los lazos sociales, muy evidente. Lo más importante de todo esto es: ¿dónde está el ideal acá? ¿dónde está el ideal acá que nadie lo ocupa y nadie se puede hacer cargo y que aparece siempre desde el lado de la agresión?
Me parece que la reacción del paro, también es la ausencia de palabra, es: no hablemos. Sancionar al niño sacándolo de la escuela y procesar a la madre no va a parar esto, porque se sigue en un acto mudo. Entonces nos seguimos repitiendo en estos incidentes de violencia.