Estas aves sienten "sonrojos más o menos importantes en función de su estado emocional", y esto se pudo comprobar gracias a un programa de imágenes y a 18.000 fotografías de seis gallinas que fueron observadas durante tres semanas.
Cuando una situación nos avergüenza, nos da ansiedad, excitación, ira y una infinidad de emociones más, nuestro cuerpo genera mucha adrenalina, se dilatan los vasos sanguíneos y automáticamente nos sonrojamos.
Aunque la realidad es que no está del todo claro por qué nos pasa esto -se le atribuya a las emociones-, lo que sí está claro es que es totalmente involuntario y que los seres humanos somos los únicos animales que tenemos esta capacidad…. Bueno, hasta ahora se creía eso.
Hace algunos años se detectó que los guacamayos Ara ararauna, conocidos por su destacado color azul y amarillo, presentaban coloración en sus mejillas. Esto llamó la atención porque en su mayoría las aves no tienen músculos faciales, por lo que nunca se estudiaron expresiones que estén vinculadas a las emociones o gestos que indiquen la presencia de emotividad. Sin embargo, sí tienen vasos sanguíneos, por lo que no se descartó que se sonrojaran.
Pero ahora dieron un paso más en el estudio de estas posibilidades.Un equipo de investigadores de origen francés, realizaron un nuevo hallazgo que puede abrir nuevas pistas para estimar el bienestar de los animales: las gallinas también se ruborizan con las emociones.
Estas aves sienten "sonrojos más o menos importantes en función de su estado emocional", y esto se pudo comprobar gracias a un programa de imágenes y a 18.000 fotografías de seis gallinas que fueron observadas durante tres semanas.
En este tiempo los investigadores pudieron diferenciar matices de sonrojo en las gallinas de sussex -más conocidas como las gallinas ponedoras- y proponerse un experimento más detallado.
Fue así como se aislaron a 13 gallinas y constataron que ante gusanos de harina, las aves se sonrojaba, pero que se volvían escarlatas durante la experiencia negativa de la captura. Además, cuando estaban en reposo su piel parecía mucho más clara.
También acostumbraron a las gallinas a la presencia de un ser humano durante cinco semanas y de esta forma comprobaron que el grupo que fue sometido al experimento mostraba un aspecto más claro o menos sonrojado, lo que indica "un estado más tranquilo" con la presencia de los seres humanos. De esta forma, los científicos aseguran que medir el grado, intensidad y frecuencia con el que un ave se sonroja puede constituir una nueva herramienta para evaluar el bienestar animal.