Como otro aspecto que hace al “deterioro” de Uruguay, The Economist señala a la inseguridad.
“Uruguay está perdiendo su reputación como caso de éxito de América Latina”. Ese es el título de una nota publicada en las últimas horas por el reconocido medio británico The Economist, especializado en temas económicos y financieros.
El articulo comienza diciendo que Uruguay se encuentra “atrapado entre el políticamente polarizado Brasil y la económicamente disfuncional Argentina”, y que entre medio de esas dos naciones parece “un país modelo”, y enumera algunos de los aspectos que, a juicio del medio, hacen a esa categoría: la matriz energética renovable, el matrimonio igualitario, la venta de marihuana en farmacias o la baja percepción -en comparación regional- de niveles de corrupción o violencia. “Otros líderes se esconden en los palacios; el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, trabaja desde una oficina de vidrio, dominada por un bloque de viviendas”, apunta.
Sin embargo, The Economist considera que esa “brillante reputación se ha apagado recientemente”. ¿Por qué? Como primer aspecto menciona al caso de Alejandro Astesiano, el exjefe de la custodia presidencial que fue condenado a cuatro años y medio de cárcel por delitos de asociación para delinquir, tráfico de influencias, revelación de secreto y conjunción entre interés público y privado.
“Los fiscales dijeron que Astesiano había vendido actas de nacimiento falsas a rusos para que pudieran obtener pasaportes uruguayos. Astesiano también ha sido investigado por espiar, incluso a senadores de la oposición (lo que él niega). Junto a esto hay un aumento reciente en el crimen. Muchos se preguntan si el país seguirá siendo una excepción respetuosa de la ley en una región violenta”, apunta The Economist.
La nota continúa señalando que el caso Astesiano “no es la única dificultad para la administración” de Lacalle Pou. “En 2021 el ministro de Turismo renunció tras acusaciones de corrupción, que él niega. Ese año, Sebastián Marset, un presunto capo de la droga, escapó de la captura en Dubái después de que las autoridades uruguayas le emitieran un nuevo pasaporte. En diciembre de 2022, la viceministra de Relaciones Exteriores renunció por el caso. En enero, el ministro de Ambiente renunció después de que se supo que había afirmado falsamente que tenía un título en negocios. Se cree que Marset jugó un papel en los eventos que han convertido al país en un centro del crimen internacional. Las pandillas envían armas de asalto y municiones entre Argentina y Brasil a través de Uruguay, según InSight Crime, un equipo de investigación. Las flotas pesqueras ilegales se están aprovechando de los controles laxos en el puerto libre de Montevideo, la capital”, señala.
Como otro aspecto que hace al “deterioro” de Uruguay, The Economist señala a la inseguridad: “La situación de seguridad se viene deteriorando desde hace décadas, dice Nicolás Centurión, investigador de crimen organizado. Pero el Covid-19 agravó el problema. Con los vuelos en tierra, las pandillas amontonaron cocaína andina en contenedores enviados a través de Montevideo a Europa. En la última década, la tasa de homicidios de Uruguay casi se duplicó, a 11,2 por cada 100.000 habitantes en 2022”.
“El señor Lacalle Pou probablemente pueda recuperarse de estos recientes escándalos. La corrupción en Uruguay no es endémica, argumenta Rafael Porzecanski de Opción Consultores, una encuestadora. En febrero, el presidente despidió a los jefes de policía asociados con Astesiano. El Congreso está interrogando al gobierno sobre la fuga de Marset. Aun así, el crimen se ubica como la principal preocupación de los votantes. Lacalle Pou no puede volver a postularse, pero el escándalo podría poner en peligro las posibilidades de los conservadores en las elecciones del próximo año”, concluye la nota.